Gustavo Roldán habla de su última obra, "Para encontrar un Tigre" donde realiza una recopilación de apuntes y reflexiones sobre el papel de la lectura y le rol del lector. Está sentado en un sillón blanco ante una mesita ratona, donde se muestran dos volúmenes de su nueva obra, que acaba de presentar hace unos minutos. Tenemos poco tiempo, nos dice la coordinadora editorial, así que nos apresuramos a rodear la mesita sentadas en el suelo. Gustavo nos mira y se ríe, se predispone a contestar nuestras preguntas, y nosotras a escuchar.
Con respecto a la función del lector, el escritor y la lectura en lo que se llama era virtual, ¿Que queda para la literatura, para el escritor?
Inmejorable, absolutamente inmejorable. Los lectores tienen un problema. Los chicos tienen cierto rechazo al libro, al estudio; pero aman las tecnologías, aman las computadoras, entienden todo lo que los grandes no saben. Pero para manejar y utilizar eso tienen que aprender a leer bien. Si vos no sabes leer bien, no podes manejar todas esas modernísimas cosas. Y eso hace que los lleven, sin que se den cuenta, a poner toda su mejor voluntad, en lugar de rechazar el aprendizaje de la lectura. Porque hay que aprender, primero hay que aprender. Como la forma que me enseñaban a mí, esa forma torpe y primitiva. No sé cómo se enseñará hoy a leer, pero hay que aprender a leer. Y cuesta. Y entonces, como es molesto e incomodo y cuesta trabajo, los chicos rechazan. Pero con tal de poder entrar a un aparato que tiene cosas mágicas adentro aprenden a leer. ¿Quién sale beneficiado? A la larga, el libro. Porque una vez que aprendieron a leer no le tienen más miedo al libro. Otras veces, los chicos, rechazan un poco el libro. Es una cosa muy clara: son los chicos que no saben leer, técnicamente. No saben leer bien, les cuesta. Son personajes que supuestamente saben leer, es cierto, saben leer, pero la capacidad de comprender lo que están diciendo no ha funcionado. Los que saben leer con facilidad no tienen ningún miedo. Van aprender a leer para manejar una computadora, para manejar esos aparatos nuevos, para manejar cualquier cosa. El beneficiario va a ser el libro, como saben leer bien no se le van a achicar a ningún volumen. Y van a poder comprar mis libros.
¿Y el rol del lector y del escritor en la era virtual?
Tiene que hacer casi exactamente lo mismo de siempre, el escritor. Exactamente lo mismo. Y después utilizar todas las cosas. Utilizar el signo, utilizar el hiato, utilizar los títulos, utilizar la novela, utilizar el papel, utilizar todo. Sumar cosas. Hay a veces ciertos enfrentamientos, que pensamos “si aparece esto, va en contra”. Nada va en contra, solo es una torpeza, una tontera. Es como una vieja historia que por suerte ya ha cambiado mucho pero, hasta hace pocos años, si a vos te gustaba el tango, te decían, “no te puede gustar el jazz”, si te gustaba el jazz, “no te puede gustar el folclore”. Pero, ¿Cómo? ¿Qué tiene que ver? ¿Cómo no te puede gustar Gardel y Frank Sinatra y Atahualpa Yupanqui? Todo, salvo que seas muy tonto y te quedas con uno solo. No, hay que tenerlos a los tres. Todos. Hay que tener la a la música. Hermosa música que pudieron haber hecho los negros en Estados Unidos, una hermosa música que pudiera haber hecho el folclore en la Argentina y una hermosa música que pudiera haber hecho la ciudad, en Buenos Aires. Y sumaremos, tal de aprovechar y disfrutar de todo eso ¿no? “Porque te gusta una y la otra no”, son torpezas, pequeñas miserabilidades que tenemos los seres humanos, que nos llevan a poder o no hacer límites. Ah no, si te gusta Atahualpa,cómo te va a gustar Frank Sinatra. No, me gusta Atahualpa, Frank Sinatra y Carlos Gardel. Todo.
Y esta demanda de que les piden cuentos infantiles, que acepta más, ¿es porque faltan escritores que se dediquen a eso?
No, sobran escritores que se dediquen a eso, y sobran las editoriales que se dediquen a eso; y mueven un mercado muy grande y muy importante: todo lo que hacen Alfaguara, Sudamericana, FM, esta y esta otra, y otras pequeñas y otras nuevas, y otras todos los días van apareciendo ¿haciendo qué?, nuevas colecciones de libros para chicos. ¿Por qué? Vivimos en un mundo donde el mercado es el que nos condiciona, nos hace consumir y comprar la gaseosa en lugar de esta otra… nos va manejando, nos maneja como títeres. Y uno es obediente, porque tantas veces me lo dicen en la televisión, en los afiches, me lo dicen en todos lados, “debe ser cierto” entonces voy y digo “deme una coca-cola”.
Usted habló de las bibliotecas, del premio y del castigo que impartían estas instituciones… En la era y la oposición al mercado, ¿qué nos puede decir de las bibliotecas y su lugar?
Las bibliotecas hoy, de acá o de allá, un montón de años llevan. Han tenido un crecimiento muy pero muy grande, creo que a partir de una de las cosas fundamentales de la biblioteca, que es tener un bibliotecario. Las bibliotecas, antes, tenían, muy pocas, alguien que las atendiera siquiera. El bibliotecario era una maestra que andaba mal, ¡pobrecita!: vieja, cansada, mala, enojada, no soportaba el trato en el aula con los chicos, o el maltrato, porque los chicos… ¡Dios me libre también! A esa maestra ¿qué le hacían?- porque no estaba en condiciones de atender los problemas, los conflictos-, la mandaban y la ponían en la biblioteca. No le interesaba, ni sabía cómo manejar la biblioteca, ni había leído más que tres libros en su vida, y además seguía sin estar en condiciones para el trato con los chicos; es decir, era un error, una torpeza tremenda ponerla en eso. Hace unos años salió la carrera de bibliotecario, gente que se dedica a eso, que quiere ser eso, ¡no quiere ser maestro, quiere ser el bibliotecario! Entonces eso ha cambiado el trato totalmente: es una persona que conoce su trabajo, que le interesa su trabajo, y que entonces nos va a ayudar a tener una relación mucho mejor, en la relación que le muestra este chico que conversa un poco con él y ve qué puede darle, probar este libro o aquel otro, con mucha más libertad, con un criterio más moderno. Los libros, antes, en las bibliotecas estaban todos forrados con papel araña, ¡era una bestialidad! Todos los libros tienen cierto encanto, que es su presentación: la parte más cara de un libro es la tapa. Eso forrado con papel araña se volvía una cosa espantosa, todas iguales, perdían su identidad –vos te vestís de una manera, vos de otra, vos de otra, cada uno tiene su identidad- así es la tapa de un libro. Eso ya no se usa más; en las bibliotecas nuestras, los libros están guardados en anaqueles, puestos sobre una mesa, para que venga el chico y toque, vea... Hay otra relación establecida, pero también con esos criterios de una bibliotecaria, una profesional, que sabe cómo manejar y qué hacer con eso; no esconderlos, ponerlos tapados, escondidos y forrados, sino ponerlos en la mesa. Entonces, por supuesto, eso ha mejorado enormemente la relación y hace que los chicos, para mí, se sientan contentos y con ganas de ir en el recreo de la escuela- en lugar de ir a jugar un rato- hasta la biblioteca a buscar un libro para leer. Es decir, la buena relación de un profesional que sabe hacer su trabajo ha cambiado, ha mejorado… yo no tuve esa suerte.
Teniendo en cuenta la teoría de Piglia que dice que el escritor construye un lector modelo, usted al desarrollar su escritura ¿tiene en cuenta ese lector modelo que está del otro lado?
No, para nada. Supongo que inconscientemente soy yo el lector, y escribo lo que me gustaría leer; pero sin pensarlo, sin darme cuenta. No es que me ponga como lector, sino que se me ocurre una cosa que después puedo mirar de afuera… seguramente me hubiera gustado que me vendan ese libro por allí. Ahora, como lector nada más. Pero son cosas sobre las que uno puede decir, nadie tiene un modelo así para poner. Yo no creo en el lector. Yo creo que si hubiese un lector, el poema, el cuento, tendría un sentido. Yo creo que el poema y el cuento, tienen múltiples sentidos según quién sea el lector: joven, viejo, gordo, pobre, rico, mujer, varón, todas las personas distintas, culturas de analfabetos hasta intelectuales. ¿Quién es el lector? Y los mil lectores van a encontrar distintas cosas en lo que están leyendo. Entonces ¡cómo voy a pretender!… sería muy tonto el querer un lector, yo quiero mil lectores diferentes, que encuentren cosas diferentes. No puede dar poner que sea un modelo, que sea uno solo, porque tendría un sentido univoco, sería como el que nos enseñan en las matemáticas “2+2 es 4, y eso es igualito más todo”, ahí no hay vuelta que darle: tenemos que venir mañana a clases y decir “2+2 es 4, listo”. Con un poema no: yo leo una cosa, y vos leés otra, y vos leés otra –cosa que nos pasa y lo podemos comprobar muy fácilmente: uno lee un libro a los 20 años y, ese mismo libro lo leés a los 30 y no es el mismo, y lo leés a los 40 y no es el mismo, porque uno es un lector diferente-. El libro es el mismo, el que es diferente es el lector; solamente él mismo, la misma persona, con el solo hecho de haber ido cambiando de tiempo, de edades, de conocimiento, de información, de gusto, de sentimientos… de todo. Entonces, es el múltiple lector el que me interesa.
Al final de la entrevista, Gustavo Roldán, muy sonriente y complacido termina de hablar. Nosotras, muy contentas, le agradecemos por habernos brindado de su tiempo para está entrevista.